Habíamos
pasado unos días visitando los pueblos blancos de las sierras de
Cádiz y decidimos bajar a la costa.
Después
de ver Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules, llegamos al sur del
sur, a las tierras que penden sobre el fin de Europa, balcón del
Estrecho de Gibraltar y de la costa norteafricana. Pasamos por
Algeciras
y Tarifa.
Pisamos las arenas blancas por fin: Zahara de los Atunes, Barbate,
Conil y Cabo de Trafalgar.
Pero
nuestro objetivo era Vejer
de la Frontera,
maravilla andaluza de las de verdad.
Cuando
divisamos la silueta del conjunto de casitas blancas y palmeras a lo
lejos situadas sobre una colina, tuve la impresión que Vejer era
como un faro en medio de la montaña y que lo ilumina todo incluso de
día.
Era
una tarde calurosa y soleada y recordamos a nuestro amigo Roque y el
consejo que nos había dado para cuando visitáramos su pueblo: “
Aparcad en la entrada, en el Paseo de las Palmeras; calzado cómodo y
a callejear”
Vejer
conserva el más puro estilo de arquitectura popular árabe-andaluza,
con casas de deslumbrante blancura, calles estrechas y empinadas,
todo de una gran belleza natural.
Empezamos
el recorrido desde la plaza de España, centro neurálgico del
pueblo.
Esta
plaza pequeña y coqueta tiene una
forma no habitual, algo entre circular y rectangular, y siempre está
llena de gente, sobretodo turistas fascinados por el encanto del
lugar. La llaman también “la de los pescaitos” por la fuente de
colores hecha con azulejos sevillanos que preside el lugar.
Recorrimos
primero el centro amurallado, entrando y saliendo a través de sus
arcos. Luego seguimos callejeando por ese entramado de calles
estrechas, callejas y callejones entre paredes de casas encaladas, en
perfecta armonía, que tanto me gustan.
Nos
llamó la atención una escultura negra que contrasta con todo el
blanco restante. Es precisamente ese contraste el que hace que te
acerques a la balconada sobre la que se sitúa. La escultura muestra
a una mujer envuelta en un traje largo negro que sólo deja al
descubierto su mirada. Esta prenda de vestir era conocida como “traje
de cobijada” o “cobijá” , y durante mucho tiempo fue la
vestimenta de las mujeres vejeranas . Se cree que fue herencia de la
época musulmana que poco a poco se convirtió en costumbre histórica
en Vejer hasta mediados del siglo XX cuando su uso se prohibió.
Hicimos
un alto en el camino porque los “pescaitos
de la bahía”
nos esperaban. Cenamos pimientitos fritos con sal gruesa,
puntillitas, calamares y cazón adobado. Todo regado con un vino
blanco de Barbadillo de Cádiz.
Me
llenó de energía la luz de ese lugar porque el blanco de las
paredes hace que el sol rebote por cualquier rincón.
Me
gustó encontrar de tanto en tanto portones abiertos que dan paso a
preciosos patios llenos de flores y plantas de sentido estético
andaluz.. Los rojos y verdes de las flores de las macetas rompen el
blanco de este pueblo.
Nos
fijamos en los detalles de las puertas, en la cerámica de los
nombres de las calles, la rotulación de las tiendas,... todo
cuidadísimo.
Llegamos
hasta el punto más alto, el Castillo, que siempre regala una
espectacular panorámica.
Es
cierto lo que se dice, la vida en Vejer está en la calle.
.
5 comentaris:
Precioso pueblo y precios tu relato, el traje negro me ha impresionado, debía de contrarrestar mucho con el blanco impoluto de las casas,me imagino que también protegería de sol pero...
Es un pueblo hermoso de verdad, creo que me gustó más que Arcos de la Frontera, otro de los pueblos andaluces más bonitos de España.
¡¡ Gracias por leerme!!
¡¡¡OPPSSS!!! donde pone contrarrestar quería poner contrastar, no se en que estaría pensando.
Leerte es un placer.
Gracias por el precioso relato.
Saludos cariñosos.
Muy buen informe y muy interesante. Me apasiona todo lo relacionado a la arquitectura, arte y cultura árabe. Yo utilizo mucho la página de Annurtv para sacar información. Es muy buena y completa!
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