En
las noches de luna y clavel
de
Ayamonte hasta Villareal
sin
rumbo por el rio, entre suspiros
una
canción viene y va
Que
la canta María
al
querer de un andaluz.
María
es la alegría, y es la agonía
que
tiene el sur.
¡Ay,
María la portuguesa,!
desde
Ayamonte hasta Faro
se
oye este fado por las tabernas
….............................................
Fue
esta canción número quince del CD de la Rondalla Puiggraciós
nuestra compañera fiel en los 65 km que recorrimos de Ayamonte hasta
Faro por la A22 del sur de Portugal, en plena región de La Algarve.
Durante
el trayecto vimos grandes extensiones de invernaderos y naranjos, una
continuación de los que hay en el litoral onubense.
FARO
es
una ciudad importante que tiene el único aeropuerto en la zona sur de
Portugal, el cual recibe en verano a miles de turistas en busca de
sus magníficas playas.
Llegamos
temprano, era domingo y una hora menos que en España. Eso hizo que
pudiéramos dejar nuestra furgoneta aparcada delante de la oficina de
Turismo que había abierto sus puertas temprano. La amabilidad de la
encargada fue preludio de una agradable y tranquila visita a la
Cidade
Velha
(Ciudad Vieja) que nos dejó sorprendidos con ese precioso casco
antiguo.
Se
accede a través de una vieja arcada, el Arco da Vila, y fácilmente
se llega al “Largo da Sé” donde se alza altiva la Catedral o Sé
entre otros monumentos.
El
casco antiguo, que se recorre en menos de una hora con parada en uno
de los pequeños y coquetos cafés que hay en las plazoletas,
conserva el equilibrio justo entre decadencia portuguesa y
conservación. Es un encanto
Todo el conjunto está rodeado por una muralla que se abre a la ciudad nueva por diferentes arcos.
Caminar
por callejuelas adoquinadas que forman cenefas, plazas arboladas de
naranjos y un campanario con doce campanas que sirve de habitáculo a
las cigüeñas y quiere ser protagonista en todas las fotografías,
es la imagen que me llevo de ese lugar.
Hicimos
parada en OLHAO
y FUZETA
cuyo
principal reclamo son sus playas de grandes arenales todas bañadas
por el océano Atlántico. Estos lugares nos regalaron un montón de
imágenes marinas muy fotogénicas y coloridas.
Llegamos
a Tavira, uno de los pueblos más bonitos del Algarve.
TAVIRA
es la típica postal de la zona: centro histórico empedrado,
azulejos portugueses, palmeras, coquetas iglesias, balcones de
filigranas, paseos al atardecer por el puente romano y casas
encaladas con sus típicos tejados piramidales.
Después
de tomar un sencillo refrigerio en una de las cafeterías de Plaça
da República decidimos subir por la Calçada da Galeria. Subiendo se
encuentra el Palacio del mismo nombre, da Galeria, uno de los
ejemplos de arquitectura civil de la ciudad hoy convertido en Museo
Provincial.
Subiendo
por callejuelas estrechas y empedradas se encuentra la Igreja da
Misericordia y en el centro de su casco histórico los restos del
Castelo.
Este
Castelo tiene un trozo de muralla pequeño y un jardín muy especial
en su interior.
Se
puede subir a la parte alta de sus murallas y disfrutar de las
maravillosas vistas: cúpulas de las iglesias, tejados de la ciudad
moderna mezclados con la verde naturaleza, el rojo de sus tejas , el
azul del cielo y el azul del mar...
Mientras
Joseph bajaba las escaleras empinadas y sin barandillas se escuchó
un canto melancólico, nostálgico de historias de barrio humilde.
Unos músicos callejeros en los jardines del Castelo interpretaban un
fado.
Fue
tanta nuestra emoción que la guitarra pasó de mano a otra mano con
una invitación : “Tóquela”
Habíamos
encontrado a María la Portuguesa. Fue un momento mágico.
La
ruta debía seguir y las campanadas de la Torre del Reloj de Tavira
nos alertaban que era ya hora de almuerzo.
Muy
cerca, en un pequeño pueblo pescador llamado SANTA
LUZIA
nos esperaba el plato más típico de la zona, pulpo.
Aconsejados
por los ancianos pescadores que charloteaban tomando el sol buscamos
“Casa Alcatruz” y su cocina.
De
nuevo calles adoquinadas con casas de una sola planta y puertas de
colores vivos con ventanas llenas de flores y gente amable. Disfrutamos del pescado recién capturado.
Luego
un tranquilo paseo por el pequeño puerto repleto de barcas que se
afanan a diario en la pesca.
Pasamos
por CANCELA,
una de las aldeas con más encanto del Algarve que atesora un
ramillete de casitas blancas rematadas con añil en torno a una
iglesia. Luego MONTE
GORDO hasta
VILA
REAL
de Santo Antonio.
El final de la ruta nos regaló un atardecer tranquilo y sencillamente espectacular.
Hoy
la puesta de sol merece como mínimo un “muito
obrigado, Portugal”
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