Santiago se lleva la fama y de ahí que Pontevedra juegue con el factor sorpresa para el visitante. Su casco antiguo, reducido, todo peatonal, acicalado, nos produjo la sensación de dar un gran paso en el tiempo.
Esta ciudad es una sucesión de calles con soportales que enlazan con preciosas plazas con encanto, flanqueadas por casas con blasones, pazos, piedra de palacios, iglesias, fuentes y cruceiros.
Dicen también que Pontevedra es amiga de los viandantes; así lo comprobamos.
Un señor se nos acercó: -“¿Buscan algo? ¿Puedo ayudarles?”-
Fue nuestro mejor guía. Otra de las alegrías del Camino.
Nos explicó que hay un refrán que dice:
“Cuando Vigo trabaja, Santiago reza, Pontevedra duerme y La Coruña se divierte”.
En dos minutos nos lo rebatió con una larga lista de actividades que se suceden a lo largo del año que indican que de dormir, nada … quizá sólo cuando la fiesta termina.
En seguida pudimos tomar de su mano el pulso al centro histórico que hay que andarlo sin prisas para poder disfrutar de sus encantos.
El paisano amable nos acompañó por una ruta de plaza en plaza. Muchas de ellas fueron bautizadas según la actividad que allí se hiciese, la de la Leña, la de la Verdura, la de la Ferrería.
Cruceros de piedra, balconadas y soportales, pazos con abolengo y cultura y siempre con la constante de las terrazas que parecen salones al aire libre.
Paramos en la Iglesia de la Virgen Peregrina, junto a la Porta do Camiño, con planta en forma de vieira. No vamos a hablaros de siglos ni estilos, pero sí de la emoción que supone ver la imagen de la Virgen sencilla, vestida de romera. Eso demuestra que la locura de hacer el Camino no es una moda pasajera, sino que miles de huellas han forjado la cordura de todo lo que supone hacer esta andadura.
Nuestra ruta terminó con un fuerte apretón de manos y nuestro agradecimiento a este gallego abierto, entendido, simpático que rezuma por todos lados el amor por su ciudad.
Pernoctamos en el Parador “Casa del Barón” y por una noche, también nos sentimos barones entre aquellas hermosas piedras milenarias
Paseando por esas rúas de granito verdoso en las que las casas nobles se codean con tabernas de las que sale un olor a vino y a chocos fritos que alimenta, se puede oír la vieja canción de las fuentes (“Pontevedra é boa vila,/ da de beber a quen pasa/ na fonte da Ferrería”)
Al volver nos esperaba la preciosa escalinata de piedra labrada de “Casa del Barón”, anunciándonos que aquella noche sí dormiríamos con garantía de descanso.
Se estaba tan a gusto que costó continuar esta ruta.
Cruzar el puente de Burgo es la mejor forma de salir, sobre todo si estás haciendo el Camino. Además de ser la ruta más natural, es una imagen inevitable en este viaje.
El puente es precioso y es una de las estampas que uno se guarda luego en la retina.
2 comentaris:
Buenas imágenes y mejores palabras. Gracias, es un regalo para la vista...
Pontevedra capital, la ciudad que más me ha gustado de Galicia
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