dimarts, 9 de juliol del 2013

MUXIA, EN LA COSTA DA MORTE DE GALICIA

La Costa da Morte, agreste y salvaje, llena de vegetación y olas feroces, ha sido testigo y culpable al mismo tiempo, de innumerables acontecimientos a lo largo de su historia.
Uno de los más calamitosos fue el hundimiento del Prestige que dejó en la memoria un rastro imborrable de chapapote.

Muxía fue el epicentro de ese desgraciado accidente, pero, después de unos cuantos años, el mar vuelve a oler a mar y sus gentes han recuperado la sonrisa.
Antaño este municipio se llamaba Mongía -tierra de monjes- y se cree que los religiosos se asentaron allí con el fin de ayudar a los enfermos leprosos.
El origen de esta población lo buscamos en el Monasterio de San Xiao de Moraime -siglo XII-, ubicado cerca del pueblo y que ejerció una gran influencia en la Edad Media sobre las tierras de alrededor.


Este monasterio, por su historia, su arquitectura y sus leyendas es uno de los monumentos más interesantes y menos conocidos de Galicia.
Parejo a la historia del lugar tenemos el famoso Santuario da Virxe da Barca -el edificio actual es del XVIII, pero la primera capilla era del XII. Se localiza en la bocana de la Ría de Camariñas, en frente del Cabo Vilán. Se llega al templo desde el centro de la población por el camino llamado Camiño da Pel (Camino de la piel), que bordea el Monte do Corpiño. En esta vía se encontraba una fuente donde los peregrinos solían lavarse antes de visitar el famoso santuario.


Pero otra de las causas de la devoción por este lugar son las famosas piedras que se distribuyen por el lugar muy cerca del mar. Son las piedras de los milagros, las que cuentan que formaron la nave en que llegó la Virgen para aparecerse al Apóstol Santiago.
La más grande de ellas ­la Pedra de Abalar­ pesa más de sesenta toneladas y dicen que se mueve y hasta produce un leve gemido cuando se sube a ella alguien que sea límpio de corazón. Se trata de una piedra delgada y larga. También se dice que cuando se balancea es que premoniza alguna desgracia.
La Pedra dos Cadrís, la quilla de la barca, libra de los dolores de espalda a quienes pasan debajo de ella.
Y la Pedra do Timón, el timón. En realidad, son antiguas piedras mágicas de los celtas que se han convertido en referencia obligada a todo aquel que quiere pedirle un favor de salud, a esta Virgen aventurera.
En este lugar, hoy en día, se pone punto y final a una de las etapas de los peregrinos del Camino.


Luego no debemos olvidar ascender hasta el monte do Corpiño y maravillarnos con las estupendas vistas de la Ría de Camariñas y de la villa de Muxía que desde lo alto del mirador se divisan. Este pequeño montículo de 68.57 m de altura se ubica detrás del santuario y se asciende por una pequeña, pero acondicionada rampa.
Es en este lugar donde vimos ponerse el sol por última vez en tierras gallegas.
Nos gustó Muxia. De hecho, es un trozo de tierra que se mete en el mar de tal manera que, por un lado está abrigada por la ría y por el otro recibe la furia del Atlántico abierto.
Fue en ese punto donde el chapapote llegó intentando colarse como un huésped no deseado.
Constancia de este hecho es el monumento A Ferida -la herida-.Se trata de dos enormes bloques de piedra de veinte metros de altura separados por una grieta, que recuerdan la catástrofe ecológica del Prestige.


De día, Muxia se convierte en dominio exclusivo de las mujeres porque la mayoría de los hombres salen de madrugada a faenar para regresar a media tarde con la captura del día, que se subasta en la lonja.
La pasión por el mar es tan grande que sólo aquí pueden verse los últimos secaderos al aire libre de congrio existentes en toda Europa.
Siguiendo un proceso artesanal, basado en aprovechar las condiciones de sol y viento de esta costa, este pescado es conservado como hacían nuestros antepasados, cuando la tecnología no había sido inventada.
Pudimos fotografiarlos paseando por el paseo marítimo de regreso del Santuario da Virxe da Barca.
Desde allí podemos visitar el cabo Touriñán que es el punto más occidental de Galicia y de la España peninsular. Aunque lleva la fama, Finisterre no es el punto más al oeste de España , sino que ese honor le cabe a Touriñán.
Los amantes del románico no deben perderse las capillas que pueblan las parroquias de los alrededores, como la de Santa Leocadia de Frixe, Nuestra Señora de la O, la ermita de Señora Mariña en Couceiro, el conjunto de San Martiño de Ozón y el monasterio de San Xiao de Moraime (unos 4 kms antes de llegar a Muxia), nombrado anteriormente.


Rescato de mi libreta viajera las impresiones que anoté en esta curiosa villa justo al acabar nuestro primer Camino de Santiago Francés :

...El mar estaba movido, soplaba mucho viento y lucía un impresionante color azul cobalto, que se convertía en plateado en una pequeña zona donde se reflejaba el sol que iba poniéndose.
Lo habíamos hablado muchas veces, esta última etapa sería un homenaje a las gentes del mar que no han vendido su dignidad por un puñado de euros y son conscientes de que el mar no es una herencia de sus padres sino un préstamo de sus hijos...
Los dos tenemos muy grabadas las preciosas imágenes que tuvimos la suerte de atrapar, a las 10.07 de la noche, frente al oeste de la Costa da Morte, en Muxía, sobre el peñascoso monte do Corpiño y al lado del Santuario da Virxe da Barca, cuando vimos ponerse el sol.
Acompañados solamente por el graznido de las gaviotas y el ruido del fuerte viento contemplamos cómo la bola de fuego se deshacía. Cuando esto sucede comprendes la fascinación que tantos y tantos ven en esta ceremonia, un ritual que por lo grandioso aún hoy parece sobrenatural.
Observar la inmensidad del mar rodeados de tanta piedra, impresiona. Sentir el viento en la cara, ver las olas chocar fuertemente contra las rocas, relaja y te deja pensar tranquilamente...”


Abandonamos Muxía embrujados por el misterio de sus acantilados milenarios y el sonido tempestuoso de sus aguas. Sólo el que ha estado allí puede entenderlo.