Que
conste que lo intento, pero no hay nada que hacer... Cuando llevo
mucho tiempo sin escuchar el sonido de las olas del mar, me entra esa
“morriña” tan gallega o esa “saudade”, tan portuguesa. Esa
añoranza me transporta siempre a una de las comarcas más bonitas de
nuestro país, el Empordà gerundense.
El
Empordà, para mi, representa el ideal de la tierra catalana: paisaje
mediterráneo de mar y montaña, poso de culturas clásicas maceradas
al sol, pueblos con especial encanto y un litoral con personalidad
única de renombre internacional, la Costa Brava.
Hoy
estoy para presentar, probar, disfrutar y admirar un trocito de esa
Costa Brava hermosa.
La
tramontana, fuerte viento del norte que sopla con fuerza por estos
lares, perfila rocas y mueve montañas y también estira los árboles
para moldearlos. Añoro también la tramontana.
Si
tengo que hablaros de los pueblos de esta zona costera os diré que
tienen una constante: barcas de colores dormitando sobre la arena
esperando la hora de la pesca, redes tendidas al sol, olor a mar y
a pescado frito, a marisco y a ‘fideuá’, la típica paella
hecha con fideos en lugar de arroz, playas de gruesa arena y aguas
bravas que salpican al chocar con los acantilados poblados de pinos
casi rozando las olas.
Mis
pensamientos se dirigen a Palafrugell porque es la puerta por donde
se entra a una costa que no tiene desperdicio.
Familiar,
glamuroso, joven, maduro, noctámbulo, activo, jubilado, perezoso …
Da igual cómo sea el viajero. Este lugar tiene una propuesta para
cada uno de ellos.
Todas
las pequeñísimas calas están cerradas por peñascos y guardan
pueblos con un encanto especial: Begur, Llafranc, Tamariu, Calella de
Palafrugell...
Todos,
una vez, fueron sólo de pescadores y, todos, valientes, lograron
escapar indemnes del turismo masivo.
Las
barracas de pescadores fueron las primeras edificaciones de Calella,
un núcleo que se empezó a habitar a finales del siglo XVIII, cuando
los piratas dejaron de ser una amenaza. Los primeros en encontrar un
lugar ideal para el veraneo fueron los burgueses de Palafrugell, a
partir de los años cincuenta del siglo pasado. Luego los viajeros
comenzaron a venir de todas partes.
A
mi edad ya no añoro aquellas mañanas de baño y de tueste al sol
que tanto me gustaban. Ahora me viene a la mente la imagen del
atardecer
en Calella de Palafrugell porque siempre nos regala una panorámica
preciosa de la localidad. Esa visión está acompañada de un
ambiente alegre, desenfadado y tranquilo que resulta siempre muy
agradable.
Luego,
cuando ya ha anochecido, las barcas descansan en PORT-BO y las luces
se iluminan para marcarnos las “Voltes”, una calle con arcadas,
frente al mar, que enamora a todo el que la contempla.
Al
día siguiente, cuando vuelva a salir el sol, recorreremos las
callejuelas blancas, escucharemos música típica del lugar,
visitaremos los comercios salpicados de artesanía y veremos cómo la
gente disfruta y se entretiene.
Luego
llegará la hora del baño y la mayoría se sumergirá en esas aguas
claras, con fondos habitados por piedras de mil formas y peces a
tropel. Y el sol nos caldeará en la arena salvaje, gruesa, que
quizá sea la responsable de la transparencia de sus aguas.
Como
la mayoría de los pueblos de nuestra geografía, Calella tiene un
día grande: el primer sábado del mes de julio que se celebra la
Cantada de Habaneras, en Port-Bo.
Ese
día, sobre las barcas, se reúne una multitud de personas para
disfrutar de esta tradición cuyo origen se remonta al regreso de
muchísimos catalanes que, durante el siglo XIX, emigraron a Cuba.
En
el repertorio no falta el considerado, ya casi, himno marinero: “La
Bella Lola” o “El meu avi”, en el que el público levanta sus
pañuelos y los ondea a ritmo vacilante.
Visitad
Calella y disfrutad como nunca del aire marinero, de las vistas
espectaculares en la playa del Port-Bo. Después fotografiad los
botes tradicionales y escuchad el sonido de las rocas bailando con
el mar.
En
ese lugar seréis felices observando, leyendo un buen libro, haciendo
fotografías, reflexionando, comiendo, relajándoos o disfrutando de
un buen baño en la playa de Canadell.
3 comentaris:
Casi me ha parecido oír “La Bella Lola” interpretada por la rondalla. Cuantos pueblos bonitos y con encanto tenemos para visitar…
Ya soy feliz leyendote. Una manera como otra cualquiera de disfrutar de la vida.
Miguel.
Me ha encantado el artículo, yo también soy una enamorada de Calella de Palafrugell. Me han gustando mucho las fotos, con esas nubes y la atmósfera cargada de agua. Hace tiempo estuvimos mirando un apartamento allí, pero con los tiempos que corren.. de vez en cuando nos escapamos al Hotel Garbí, un hotel con encanto en la Costa Brava, rodeado de un pinar, con unas vistas estupendas. Esperamos volver a finales de octubre, estando tan cerquita de Barcelona es un lujo!
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