dilluns, 6 de maig del 2013

LA GARRIGA: AGUA, NATURALEZA Y MODERNISMO



Aún en tierras turolenses, esperando a un verano que no quiere acercarse, me viene la imagen de un lugar lejano donde tengo mi hogar : La Garriga, comarca del Vallés Oriental, a 40 km de Barcelona.
Algunos pueblos de esta comarca, en el siglo XIX, fueron escogidos por familias ricas como lugar de veraneo. La Garriga fue uno de ellos.
La llegada del ferrocarril en 1875, unido a un clima benigno, un rico entorno natural y la cercanía a la capital, fue lo que hizo que esta burguesía barcelonesa escogiera este lugar, donde yo resido, para pasar días de tranquilidad y descanso.


Este veraneo de familias pudientes hizo que el pueblo cambiara porque trajo un estímulo económico que favoreció el comercio y el desarrollo de servicios. De ser un pueblo que nació al amparo de una economía agrícola pasó, casi sin querer, a lugar de encuentro y ocio emergente de dicha burguesía catalana.
Como necesitaban casas que estuvieran de acuerdo con su estatus social, comenzaron a construirse nuevas residencias siguiendo la moda arquitectónica internacional del momento: el Modernismo.
Hablar de esta arquitectura modernista es hablar en concreto de la obra del arquitecto Raspall, máximo exponente del modernismo de veraneo.
Manel Joaquim Raspall fue alumno del famoso Lluis Domenech y Montaner, famoso arquitecto de la primera generación modernista.
Su primer trabajo fue la rehabilitación de Can Mayol, la casa que su madre tenía en La Garriga, que hoy se conoce como Casa Raspall, sede de la oficina de Turismo del pueblo.


Su actividad laboral como arquitecto municipal de diversas localidades cercanas ( L'Ametlla del Vallès, Cardedeu, Granollers, Montmeló ...) hizo que sus obras se esparcieran por esta zona. Dando un paseo y observando estas edificaciones, podemos reconocer cada una de sus etapas, desde el modernismo al art decó.
Superficies onduladas, formas vegetales y frutales, azulejos de cerámica, vidrieras, hierro forjado, ventanas de formas sinuosas, medallones, bellos grupos escultóricos, nuevos materiales, interiores repletos de cristales emplomados .... ¡ Modernismo !


Estas villas que parecen salidas de cuentos infantiles se sitúan a lo largo de la Ronda del Carril y en todo el emblemático Passeig.
De todas ellas, destaca la Isla Raspall, declarada Bien de Interés Nacional en 1997, Es una manzana de casas situada al comienzo de dicho Passeig.
Cada otoño los plataneros centenarios de ese Passeig de La Garriga sacuden sus hojas y todo el pavimento se convierte en una alfombra donde la sinfonía de ocres se suma el entorno de esas lujosas casas modernistas que sobresalen entre la incipiente desnudez de sus ramas.
Casa Barbey, La Bombonera, la Torre Iris, Casa Barraquer, Villa Trianon, Can Reig ...más de cincuenta villas catalogadas. Todas presentan un estilo uniforme, pero poseen detalles tan singulares que las dotan de personalidad propia y que las convierten en casi mágicas.
Este aire de ostentación ochocentista, de opulencia antigua y decadente, no ha podido ser difuminada ni por el paso del tiempo ni por las nuevas construcciones.
¡¡ Cuántas veces he salido con mis alumnos a dibujarlas !!


A todo este curioso cóctel de naturaleza, opulencia y modernismo, aún le falta un ingrediente: los manantiales de aguas termales que han dado fama a la villa desde la época de los romanos.
Este termalismo, que ha dado proyección internacional a La Garriga, está representado por dos establecimientos balnearios: Termes La Garriga y el Hotel Balneario Blancafort.
Sus aguas mineromedicinales, con reconocidas propiedades sedantes, manan a 60º. Son ricas en silicio y fluor, ideales para la belleza de la piel y para combatir el estrés y las patologías dolorosas articulares.


Si después de buscar, mirar, observar y fotografiar estas residencias aún os queda tiempo, podéis acercaros a la Villa Romana, a la Iglesia Románica de la Doma, a la Ermita de Santa María del Camí, al Molino de Blancafort o a la fortaleza de Rosanes ... o a la casa de Elvireta.
La primavera dará paso al verano y éste a un nuevo otoño.


El Passeig de La Garriga volverá a teñirse con variadas tonalidades de verde y de su fuente modernista brotará el agua con tanta fuerza que salpicará a los niños que juegan a su alrededor cuando salen de la escuela, la misma escuela donde he trabajado durante treinta y cinco años.
El aire fresco que baja del Montseny danzará por las calles, alborotará los jardines de las casas modernistas y continuará su camino cargado de añoranzas transportando algunas de las que yo siento cuando estoy lejos.

*  Agradezco a Roser y Gerard les fotos tan hermosas que me han regalado.

2 comentaris:

moli ha dit...

Siempre me ha parecido interesante e inteligente, vivir en lugares en los que otros solo van a veranear o pasar sus vacaciones. Son sitios especiales. B7s.

Jubileta inquieta ha dit...

Deseando estamos que nuestros amigos nos visiten para poder enseñarlas estos pequeños tesoros modernistas que esconde La Garriga.