Nada queda de aquella ciudad con
imagen lluviosa, oscura y gris que disfruté en mis primeros años
profesionales en el País Vasco. Ese Bilbao industrial del que hace
tres décadas decían que en los tendederos la ropa blanca se volvía
enseguida negra, poco a poco, cambió a lo grande gracias a la mano
de proyectos urbanísticos vanguardistas
Ese carácter duro se fue dulcificando
y, en la década de los ochenta, con la reconversión industrial,
desaparecieron los astilleros y las acerías de toda la orilla de la
ría del Nervión. Luego fueron surgiendo edificios que auguraban un
nuevo futuro para la ciudad.
El Museo Guggenheim es lo más
significativo del cambio y luego, siguiendo su rastro, salieron las
Torres de Isozaki, el Puente Zubizuri, la Torre Iberdrola, la
Alhóndiga, el Palacio Euskalduna o la estación de Abando.
El hotel Barceló Nervión donde nos
alojamos, está situado en un paseo precioso, el Campo Volantín, y
es en ese punto donde se puede empezar el recorrido por la ciudad.
La primera visita está allí mismo,
el Guggenheim Bilbao Museoa, símbolo de la modernidad vasca.
Es una impresionante mole de granito,
cristal y titanio, diseñado por Frank O. Gehry y simula un barco
atracado en la ría. ( Es recomendable dar una vuelta completa al
edificio para notar esa forma de barco varado y bajar después
caminando en dirección a la ría porque, al torcer a la derecha, se
contempla la araña de Bourgeois, llamada “mami”) Entrar en el
interior del museo es como cruzar un espejo mágico porque te quedas
impresionado mirando su atrio en cualquier dirección. Las
exposiciones que alberga ya son otro cantar.
Después de hacer montones de fotos
puedes seguir el recorrido por la orilla de la ría hasta el puente
de Zubizuri (“puente blanco” en euskera), obra de Santiago
Calatrava que con su suelo de cristal y pasarela suspendida por un
cable, hace marear a más de un visitante. Este puente une el Campo
Volantín con las torres Isozaki.
Seguimos paseando río arriba hasta
llegar a la altura de una plaza ocupada por una escultura de Oteiza,
titulada “Variante ovoide” detrás de la cual está el
Ayuntamiento.
A escasos metros cruzamos el romántico
parque del Arenal. Este paseo es la mejor entrada al Casco
Viejo. Hace muchos años ésta era una zona de pescadores y marismas.
Es en este punto donde se debe buscar
el Teatro Arriaga, precioso edificio de finales del siglo XIX
y que ha sido siempre punto de encuentro de todos los bilbaínos
bohemios. Su imagen recuerda la Ópera de París o el Teatro Real de
Madrid.
Si a esta altura cruzases el puente
del Arenal encontrarías el edificio de la Sociedad Bilbaina y la
estación de la Concordia que es un edificio modernista,
referente de la Belle Epoque bilbaína.
Por cualquiera de las calles que allí
convergen podemos adentrarnos al Casco Viejo. Siguiendo el
mapa optamos por la calle Correos y así llegar a la Plaza Nueva
lugar muy concurrido de la parte antigua donde todavía se ve
jugar a los niños en plena calle.
Es
tiempo de hacer un alto y dar placer a todos los sentidos tapeando,
txikiteando o poteando. Hicimos un recorrido gastronómico alrededor
de la plaza. Nos pareció fantástico Bar Bilbao, el Zuga y Victor
Montes donde se degustan pinchos a todas horas.
Calles y callejuelas adoquinadas que
formaron el origen de la ciudad y que ahora conservan esa
arquitectura tan característica de galerías con cristaleras en
cuyos bajos se encuentran un montón de comercios. Este intrincado
laberinto son las llamadas Siete Calles.
Si decides también dar placer al
espíritu dirígete hacia la Catedral gótica de Santiago.
Enseguida se ve la torre que destaca sobre los demás edificios del
casco antiguo. En el interior se pueden ver arcos, bóvedas y
vidrieras tan característicos del estilo gótico. Lo mejor, el
pórtico.
Esta Catedral se construyó en honor
al apóstol Santiago por la cantidad de peregrinos que pasaban por
Bilbao en su camino hacia Santiago de Compostela.
Pasamos también por la Biblioteca de
Bidebarrieta, por la Real Academia de la Lengua Vasca y encontramos
un lugar entrañable en una esquina, el Monumento a la Begoña de los
Txikiteros. Es éste un lugar único desde el cual se puede ver desde
el casco viejo, la basílica de Begoña, que alberga a la
patrona de Bizkaia
En la segunda parte del fin de semana
la cita ineludible fue recorrer el Ensanche, barrio construido
a finales del XIX debido al crecimiento de la población.
Entramos en el Museo de Bellas
Artes aprovechando la entrada doble del Guggenheim. Este museo se
encuentra en el Parque de Doña Casilda, una de las zonas verdes más
grandes del centro de la ciudad. En su interior hay colecciones de
pinturas de las escuelas flamencas, francesas, del renacimiento,
holandesas y también españolas. (De 10 a 20 h, cierra los lunes,
entrada, 6 euros y conjunta con el Guggenheim, 13.50 )
Buscamos el eje del Ensanche que es la
Gran Via. Desde allí a plaza Moyúa; y por Alameda Recalde anduvimos callejeando y respirando el aroma de la zona más bulliciosa, lúdica
y comercial de la ciudad.
Llegamos frente a La Alhóndiga,
antiguo almacén de vinos completamente remodelado como centro
cultural y de ocio (43.000 metros cuadrados), un lugar espectacular.
La tarde iba entrando y pensamos que
la mejor manera de despedir el día era llegar hasta la plaza del
Funicular para subir al monte Artxanda y contemplar Bilbao a
nuestros pies y ver ponerse el sol.
Dos
adjetivos adjudico a esta ciudad tan noble de Euskadi: la amabilidad
y la elegancia.
Laster
arte, Bilboko !!!!
RECOMENDACIONES
Es
muy interesante el Metro Bilbao, (obra de Norman Foster) porque
ofrece un paisaje bajo tierra digno de visitarlo por su arquitectura,
originalidad, sencillez y eficacia. Pensad que recibió el Premio
Brunel de arquitectura ferroviaria (la estación Sarriko en
particular). Billete sencillo: 1.50 euros
Haciendo
un alto en el callejeo tomad un café en “El Bulevard” ( zona del
Arenal)
En todo Bilbao, a la hora de beber
vino, se “potea” (el chiquito es un “pote” y el corto de
cerveza un “zurito”)
Para
compras gastronómicas hay que ir al mercado de la Ribera, cerca de
la Catedral, en la zona de las Siete Calles.
Coged
el funicular para subir al mirador del monte Artxanda. El recorrido
dura pocos minutos y tiene una frecuencia de 15. Desde este mirador
se entiende porque los bilbaínos llaman a la ciudad “botxo” ya
que se ve como metida en una especie de agujero y rodeada de verdes
colinas.
3 comentaris:
Excelente recorrido...gracies b7s.
Genial y precioso recorrido.
Nos encanta que te halla gustado nuestra tierra :)
Publica un comentari a l'entrada