El
Barceló Beach Resort donde nos alojamos en nuestra estancia por
tierras onubenses está
a la entrada de Punta Umbría, en plena zona de los Enebrales. Tiene
una buena ubicación desde donde hacer las diferentes rutas
por
esta provincia andaluza.
Algo
cansados de los 1.139 km hechos de una tirada desde Barcelona a Punta
Umbría en nuestra furgoneta, decidimos que la primera ruta por
tierras de Huelva sería cercana, tranquila y de pocos paseos.
Todas
las guías turísticas proponen visitar los lugares colombinos porque
están íntimamente relacionados con el inicio de la aventura del
descubrimiento de América.
En
la primera parada es obligado visitar el Monasterio
franciscano de Santa
María
de la Rábida,
donde Colón se refugió después que el rey portugués no hiciera
caso de sus quimeras.
Fue precisamente en este sencillo, pero hermoso
lugar donde el navegante encontró apoyo, hospitalidad y comprensión
para su proyecto.
El
monasterio destaca más por su significado histórico que por su
belleza artística. No pudimos visitarlo detenidamente por lo
avanzado de la hora, pero las estancias visitadas nos gustaron
muchísimo. Las imágenes dan fe de ello.
A
poca distancia y a orillas del río Tinto encontramos el Muelle de
las Carabelas que
en sus tranquilas aguas están plantadas las réplicas de las tres
famosas embarcaciones.
Joseph
subió y paseó por el puente de mando, cruzó las cubiertas y se
permitió una zambullida por el interior de las bodegas.
Junto
a las naves hay una sala de exposiciones que da a conocer con todo
detalle todo lo relacionado con la aventura colombina.
Si
hay tiempo e interés también se puede dar una ojeada al Jardín
Botánico Celestino Mutis (hay especies vegetales propias de
iberoamérica)
El
día lucía espléndido cuando llegamos a Palos
de la Frontera. Toda
la villa está plagada de recuerdos del Descubrimiento: el largo y
frondoso paseo de la avenida América, los muelles de Palos donde se
construyó la carabela Pinta, la casa-museo de Martín Pinzón y el
antiguo hospital para marineros.
A
derecha e izquierda, en todas las calles y plazas sobresalen macizos
de flores y casas encaladas que desprenden mucha luz.
Llegamos
a Moguer,
una atractiva ciudad andaluza de vocación marinera. Allí nacieron
muchos de los tripulantes reclutados para acompañar a Colón. Pero
por lo que de verdad destaca es por el poso de poesía que dejó Juan
Ramón Jiménez, premio Nóbel de Literatura.
Todo
el pueblo está envuelto por esa atmósfera poética que desprende
la casa donde vivió el autor de “Platero y yo” ; se nota en los
escritos de los azulejos que hay en muchas calles y también en frases evocadoras que adornan algunas fachadas.
Recorriendo
sus calles llenas de cal y luz, balcones y rejas, azulejos y verjas,
te sumerges en la esencia de la Andalucía señorial y elegante. Esa
sensación ya la viví en Ronda hace pocos años.
A
las 19.20 h, en la Playa del Parador de Mazagón pudimos contemplar
como se sumergía el sol en las aguas y detrás nuestro aparecía la
luna.
No hay palabras para agradecer lo hermoso que nos da la vida.
Para ampliar información:
2 comentaris:
Un relato lleno de vida que me hace recordar vuestros días aquí y nuestro emotivo encuentro.
!Gracias por el paseo!
Que ganas tenemos de veros y que nos lo contéis
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