Escribo
estas líneas desde mi refugio de
Sant Carles de la Ràpita en
el Delta del Ebro.
Es
llegar aquí y no tener ninguna
prisa.
Es llegar aquí y darte
cuenta de lo que es
el silencio. Es llegar aquí y tener la sensación de estar en uno
de los lugares diferentes y bellos de nuestra geografía donde sólo
existe paz y
tranquilidad.
Siempre
que contemplo las aguas del río
Ebro
cerca de su desembocadura, pienso que este gran río muere entregando
todo lo que tiene. Se despide de su largo viaje regando la tierra,
abrazándola, y dejando de regalo todas las historias recogidas en su
trayectoria. Y lo hace en esas tierras de barro blando que son los
arrozales.
El
arroz, único cultivo de esta zona, dicen que cubre cerca de 20.000
hectáreas; y es al compás de la siembra, el crecimiento, la
maduración y la siega cuando el paisaje cambiará varias veces. No
me canso de describir este ciclo.
El
cultivo de
este cereal es
un proceso largo y costoso que exige mucho cuidado. Todos los
que conocemos la zona
sabemos que el buen tiempo comienza cuando el agua de los canales
inunda los campos de arroz. La primavera nos da
la bienvenida cuando esa grandiosa piscina ocupa la mayoría de los
pueblos del Delta y los agricultores plantan pequeños tallos de
este cereal. Es entonces cuando las aves aprovechan para remojarse
las patas y limpiarse las plumas.
Más adelante aparecen cabellos
verdes, finos, parecidos al césped.
El arroz crece y crece y los días y
las horas van pasando hasta que todo el Delta parece un gigantesco
campo de fútbol sin porterías.
Estos
días, ya bien entrado el verano, el sol tiñe el arroz de un color
amarillo flojo, tenue, algo triste. Este
es el decorado actual, éste es el protagonista de mis imágenes nuevas.
Sin embargo, hay algo en el paisaje
que siempre encuentro y que nunca cambia: canales estrechos, poca
gente, infinidad de caminos mal señalizados, tierra húmeda, escasas
casas, arrozales en cuadrículas, sencillos pueblos, amaneceres rojos
y atardeceres naranjas surcados por las siluetas de montones de aves
que buscan su alimento.
Desde cualquier punto es una aventura
partir por algún camino; el sol y nuestro sentido de la orientación
serán los únicos guías.
En los cruces no hay señales ni nadie
para preguntar dónde está el río, dónde está el mar, pero
llegaremos a algún lugar que seguro nos sorprenderá.
Encontré un bonito sitio para
sentarme y ver cómo el sol se despide un día más de la tierra.
Estoy feliz en Terres de l'Ebre.
2 comentaris:
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Una abraçada, salut i bons viatges!
Hola. Passo a llegir la vostra web amb molta il.lusió. Una abraçada.
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