dimecres, 6 d’agost del 2014

DIAS DE VERANO EN EL DELTA DEL EBRO: LOS ARROZALES.


Escribo estas líneas desde mi refugio de Sant Carles de la Ràpita en el Delta del Ebro.
Es llegar aquí y no tener ninguna prisa. Es llegar aquí y darte cuenta de lo que es el silencio. Es llegar aquí y tener la sensación de estar en uno de los lugares diferentes y bellos de nuestra geografía donde sólo existe paz y tranquilidad.


Cámara en mano, piernas valientes para el camino, ojos despiertos y mente abierta para absorber todo lo que esta naturaleza me ofrece, salgo dispuesta a caminar entre los arrozales en una tarde cálida de verano.



Siempre que contemplo las aguas del río Ebro cerca de su desembocadura, pienso que este gran río muere entregando todo lo que tiene. Se despide de su largo viaje regando la tierra, abrazándola, y dejando de regalo todas las historias recogidas en su trayectoria. Y lo hace en esas tierras de barro blando que son los arrozales.


El arroz, único cultivo de esta zona, dicen que cubre cerca de 20.000 hectáreas; y es al compás de la siembra, el crecimiento, la maduración y la siega cuando el paisaje cambiará varias veces. No me canso de describir este ciclo.



El cultivo de este cereal es un proceso largo y costoso que exige mucho cuidado. Todos los que conocemos la zona sabemos que el buen tiempo comienza cuando el agua de los canales inunda los campos de arroz. La primavera nos da la bienvenida cuando esa grandiosa piscina ocupa la mayoría de los pueblos del Delta y los agricultores plantan pequeños tallos de este cereal. Es entonces cuando las aves aprovechan para remojarse las patas y limpiarse las plumas.


Más adelante aparecen cabellos verdes, finos, parecidos al césped.
El arroz crece y crece y los días y las horas van pasando hasta que todo el Delta parece un gigantesco campo de fútbol sin porterías.


Estos días, ya bien entrado el verano, el sol tiñe el arroz de un color amarillo flojo, tenue, algo triste. Este es el decorado actual, éste es el protagonista de mis imágenes nuevas.
Sin embargo, hay algo en el paisaje que siempre encuentro y que nunca cambia: canales estrechos, poca gente, infinidad de caminos mal señalizados, tierra húmeda, escasas casas, arrozales en cuadrículas, sencillos pueblos, amaneceres rojos y atardeceres naranjas surcados por las siluetas de montones de aves que buscan su alimento.



Desde cualquier punto es una aventura partir por algún camino; el sol y nuestro sentido de la orientación serán los únicos guías.
En los cruces no hay señales ni nadie para preguntar dónde está el río, dónde está el mar, pero llegaremos a algún lugar que seguro nos sorprenderá.


Encontré un bonito sitio para sentarme y ver cómo el sol se despide un día más de la tierra. 


Estoy feliz en Terres de l'Ebre.







2 comentaris:

Nova Casa Editorial ha dit...

Hola!

Perdona que t’ho escrigui aquí, però no he trobat cap email al teu blog.

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Jubileta inquieta ha dit...

Hola. Passo a llegir la vostra web amb molta il.lusió. Una abraçada.