“ Placíanle
a doña Ana de Mendoza aquellos parajes, y su obsequioso marido, el
duque de Medina Sidonia, tuvo a bien construirle ahí mismo un
palacio. Encantado el aristócrata, pues tales lares también los
gozaba él en sus cacerías ” …
De
ese modo comienza una de las crónicas cortesanas del siglo XVI y,
leyéndola
pienso
que los dos fueron dichosos,
y dichosos fueron
también
los
cazadores que en los siguientes siglos frecuentaron las marismas y
las dunas de lo que se acabó llamándose el Bosque de Doña Ana.
Posteriormente
el nombre se simplificó hasta ser el de Doñana con el que los
primeros estudiosos del siglo XIX interesados por la zona, ya lo
conocieron.
Doñana
es Reserva de la Biosfera. Es un lugar mimado y famoso, pero
sencillo y humilde a primera vista.
Nuestro
objetivo fue visitarlo de una manera ordenada y recibiendo el máximo
de explicaciones.
De
los cinco centros de visitantes que permanecen abiertos todo el año,
tres se encuentran en la provincia de Huelva, en el sector occidental
del parque. En principio el acceso es libre y gratuito, pero la
mayoría de los visitantes elige un itinerario organizado que se hace
en vehículos todo terreno. La reserva es obligada y debes abonar una
tarifa.
Estas
visitas planeadas parten del Centro de recepción de Visitantes de
“El Acebuche”, y durante cuatro horas te introducen en el Parque
haciendo paradas en distintos puntos de los ecosistemas más
importantes.
El
folleto explicativo habla de dunas vivas, bosques, cotos, fósiles,
lagunas, veras, castañuelas y bayuncos, y pone la miel en la boca
con fotografías de colonias de flamencos y de otros animales. Así
las expectativas del visitante crecen más cuando leen que más de
trescientas especies distintas de aves pueblan las marismas. Pero...
¡Atención !, un parque natural no es un zoo.
Empecé
la visita con mucha ilusión y muy atenta a las explicaciones del
conductor-guía que con mucha profesionalidad y conocimiento nos daba
todo tipo de detalles. En la primera parte del recorrido terminé un
poco cansada de tanto traqueteo y zarandeo por las montañas de arena
pensando que no me gustaría pasar mucho tiempo en un desierto.
Luego,
al aparecer la vegetación, la cosa mejoró un poco. Los restantes
pasajeros del coche se alborotaban cada vez que veíamos un venado o
un jabalí paciendo tranquilamente y que no se inmutaba por las
cámaras ni las voces de los visitantes.
En
una de las paradas que hizo el todo-terreno pudimos ver el Palacio de
las Marismillas, famoso por ser el lugar escogido por algunos de los
presidentes de gobierno españoles para pasar vacaciones de verano.
Es una casa palaciega de estilo colonial inglés situada en un lugar
tranquilo y privilegiado del Parque.
Como
resumen de nuestra visita puedo decir que Doñana es un espacio
ancho, horizontal y luminoso, como observamos en el paso natural de
sus cotos boscosos a sus húmedas marismas. Vi también muchas dunas,
muchísima arena y pocas aves.
Después
de más de tres horas de recorrido y cuando llegábamos al final,
tuve lo mejor de la tarde: más de treinta kilómetros entre el
Océano Atlántico y la muralla de dunas; circulamos por la margen
derecha de la desembocadura del Guadalquivir, frente a la población
gaditana de Sanlúcar de Barrameda.
Había que verlo, pero no volvería ; dejemos descansar a la naturaleza.
Un
hermoso regalo al caer la tarde: un nuevo atardecer en tierras andaluzas.
1 comentari:
Habrá que ir, al menos una vez en la vida. Quizá tres horas son demasiadas por las dunas. B7s
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